El Silencio
de los Estómagos
Por: Carmen Elisa Giraldo
Cada cinco
segundos un niño menor de diez años se muere de hambre, lo cual significa que
mientras nos detenemos en el semáforo de la calle 5ª con carrera 80, habrán
desaparecido 16 chicos del planeta, una realidad que a pesar de su crudeza, no es noticia para nadie. Quizá si una sola
persona con figuración y reconocimiento muriese por esta causa, su nombre, su
foto y su drama aparecerían resaltados en los periódicos, las redes sociales y
los noticieros de televisión, pero los números y los indicadores carecen de
emoción y el hambre se convierte en un ente abstracto, un fantasma invisible. Y
hay más. La ausencia permanente del aporte calórico necesario para suplir las
funciones vitales, es una amenaza que no mata de manera fulminante pero degrada
poco a poco la capacidad de defensa y mantiene enfermas a 920 millones de
personas expuestas a la inseguridad alimentaria, término creado por
la FAO para definir la subalimentación y desnutrición crónicas.
La desaparición de millones de mujeres, hombres
y niños causada por el hambre, debería ser el mayor escándalo de nuestra época.
“Cada niño
que muere de hambre en el mundo es asesinado. La masacre del hambre responde a un
mecanismo criminal, que empieza por la libre especulación en bolsa con los
alimentos de base (maíz, trigo y arroz), que suponen el 75 por 100 del consumo
mundial”, declara Jean Ziegler vicepresidente del Comité Asesor del
Consejo de Derechos Humanos de la ONU [1. Periódico El Mundo, España, Julio 2014] En septiembre de 2000, los 191 estados
miembros de las Naciones Unidas firmaron una declaración en la cual se
comprometieron a trabajar en ocho
objetivos
fundamentales:
· - Erradicar la pobreza
extrema y el hambre
· - Lograr la enseñanza
primaria universal
· - Promover la igualdad entre
los sexos y la autonomía de la mujer
· - Reducir la mortalidad
infantil
· - Mejorar la salud materna
· - Combatir el VIH/SIDA, el
paludismo y otras enfermedades
· - Garantizar la
sostenibilidad del medio ambiente
· - Fomentar una asociación
mundial para el desarrollo
Los objetivos de desarrollo del milenio (ODM)
fueron establecidos con unas metas verificables en 2015, y de ellos cuatro
tienen relación directa o indirecta con la erradicación del hambre y el
mejoramiento de la nutrición.
La meta para el primer objetivo era reducir a la
mitad el porcentaje de personas que padecen hambre en el mundo. La Organización Mundial de la Salud calcula que el porcentaje de niños que
presentan insuficiencia ponderal (peso por debajo del normal), se ha reducido
del 25 al 15 por ciento en trece años, entre 1990 y 2013 [2]. En términos de
seres humanos, esto significa que en 2013, cerca de 99 millones de menores de cinco
años fueron reportados con insuficiencia
ponderal, lo cual no debería ser motivo de orgullo para el mundo a pesar de la
mejora en el indicador. Estamos hablando de millones de niños que no comen lo que deberían
y enfrentarán la vida con desventajas
intelectuales que podrían ser insubsanables.
El hambre y
los niños
Padecer hambre durante la infancia puede provocar retraso mental
irreversible y una disminución significativa del coeficiente de inteligencia
(CI) y de la capacidad de aprendizaje. Los efectos son trágicos para las
personas, e impresionantes para los países; por ejemplo, se estima que debido a
la carencia de yodo, el CI medio de la población de más de 60 países está entre
10 y 15 puntos inferior a la puntuación que podrían tener [3: Fondo de las Naciones
Unidas para la Infancia UNICEF e Iniciativa sobre Micronutrientes 2004]. La conclusión no puede ser peor: La relación
entre el hambre y el aprendizaje afecta
no solamente el potencial de los niños y sus familias sino el porvenir de
naciones enteras.
La malnutrición es un fenómeno estructural y se
convierte en una situación crónica que pasa de padres a hijos y se mantiene a
lo largo de décadas. Madres mal alimentadas no producen ni la cantidad ni la
calidad de leche que sus hijos necesitan, familias que favorecen la
alimentación de los varones adultos aumentan la brecha nutricional y el círculo
mortal del hambre se amplía pues las consecuencias para los niños son
irreversibles.
Uno de los efectos más frecuentes es la anemia,
otro es la falta de vitamina A, que predispone a los chicos a la ceguera o a
ser presas fáciles de enfermedades como la malaria y la rubeola. La falta de
zinc produce deficiencias motoras y favorece la aparición de infecciones. Las
diarreas, que pueden ser fatales, son
más violentas en los organismos carentes de zinc. La lista es larga, y una
carencia conduce a la otra. Cada año,
más de tres millones de niños mueren a causa de enfermedades desencadenadas por
el hambre, las mismas que serían solo una anécdota en la historia de vida de un
chico bien nutrido.
¿Y en Colombia,
qué?
Ante este panorama desolador, ¿cuál es la
situación de Colombia?
Según informe presentado por el Presidente
Santos, la pobreza disminuyó nuevamente del 2013 al 2014, al pasar del 30.6 por
ciento al 28.5 por ciento, lo cual equivale a que 784 mil personas salieron de
esta clasificación el año pasado, y en
cuanto a la pobreza extrema, el presidente destacó que 2 millones 570 mil
personas dejaron este nivel.
“Nosotros recibimos la pobreza extrema el 7 de
agosto del 2010 en 14,4 por ciento. ¿Hoy
en qué la tenemos? En 8,1 por ciento. Es una reducción muy importante. ¿Y eso
en qué se traduce, cuántos colombianos dejaron de ser pobres extremos en este
lapso? Dos millones 570 mil personas menos en la pobreza extrema”, afirma el
presidente.
Si Colombia tiene 49 millones de habitantes,
esto significa que hay casi cuatro millones en condiciones de pobreza extrema y
catorce millones en condiciones de pobreza a secas.
La preocupación se centra en que la inseguridad
alimentaria no se presenta sólo en sectores vulnerables como el Chocó, sino que
hoy en día este fenómeno afecta a muchos habitantes de sectores como Cazucá y
el sur de Bogotá, donde hay familias que pueden pasar el día sin comer un solo
alimento. [5]
Según el DANE, la línea de pobreza o costo per
cápita a nivel nacional es de $208.404 pesos. En otras palabras, para el total
nacional un hogar de cuatro personas será clasificado como pobre si su ingreso
total es inferior a $833.616. En cuanto a la pobreza extrema, para un hogar
compuesto por cuatro personas, serán clasificados como pobres extremos los que
tengan un ingreso por debajo de $369.248 a nivel nacional. [Datos tomados del comunicado
de prensa del DANE, Septiembre 15 de 2014- Pobreza monetaria y multidimensional]
Siendo serios, un hogar de cuatro personas con
un ingreso por debajo de $370.000 (1,22
dólares/persona – día), no está en condiciones de asegurar una alimentación
balanceada a sus integrantes y por
tanto, la desnutrición infantil al estar asociada con la desigualdad y la
pobreza, es un problema que aún está lejos de ser resuelto en nuestro país.
La cara
amarga de las soluciones
¿Qué están haciendo los países desarrollados para
revertir esta situación?
Una de las salidas inmediatas es la ayuda
humanitaria, sin embargo conviene analizar detenidamente las implicaciones de
este modelo.
Hay países como los Estados Unidos en los
que la ley ordena que el 75% de su ayuda
alimentaria se entregue bajo la forma de alimentos producidos, procesados y
empacados en su territorio. La comida enviada desde Estados Unidos ha salvado las vidas de millones de personas desde que el programa de
alimentos para la Paz fue creado en 1954, pero las estrictas normas que
establecen que casi toda la comida debe tener su origen en EE.UU. y ser enviada
en barcos estadounidenses son, con mucha razón, duramente cuestionadas.
En la elaboración del presupuesto, el presidente Barack Obama propuso una reforma de la ley en la que un 45% de los alimentos destinados
a ayuda solidaria pudieran ser comprados
fuera de EE.UU. o que, en su lugar, se pudiera entregar dinero en efectivo a los
necesitados, pero la propuesta no fue aprobada por el congreso. [6. BBC Mundo, Agosto 2013]
Mantener un mecanismo de ayuda que favorece a
los grandes productores de cereales concediéndoles precios por encima del mercado y utilizar un
medio de transporte que representa un 40% del gasto de la ayuda, no puede
considerarse un acto humanitario, mucho
menos cuando grandes empresas se benefician de estas disposiciones. Comprar los
alimentos a los productores locales aceleraría su llegada a quienes los
requieren, es más barato y promueve la producción con mano de obra campesina lo
que significa solucionar en gran medida el problema de fondo; sin embargo, no es un
argumento que convenza a quienes toman las decisiones. Estados Unidos sigue limitado por la ley en cuanto al monto que puede destinar a
este tipo de esquemas. Un experto en seguridad alimentaria, Chris Barrett, de
la Universidad de Cornell, dice que el país ha perdido la batalla frente al
argumento económico. “En particular, se trata de una coalición de grandes empresas
agrícolas que se benefician de las disposiciones actuales”, dice. [BBC Mundo
Agosto 2013].
La asistencia alimentaria
se convierte entonces en una trampa tan funesta como el hambre. Los cereales
llegan a los países pobres a precios más bajos que sus productos locales y la
competencia desigual genera efectos
perversos como el abandono de las tierras o la sustitución de cultivos
como el trigo y el arroz por amapola o coca,
arruinando de paso a los agricultores y agravando el problema que
pretende solucionar.
La seguridad alimentaria basada
en el asistencialismo es un buen negocio para los gobiernos que dan y un
paliativo para los que la reciben pero
crea dependencia, conformismo, ahoga la iniciativa local, limita el
emprendimiento y perpetúa lo establecido. No hay innovación ni creatividad en
estas prácticas, y se sostienen solo porque benefician a los dueños de los
grandes capitales y de paso, alivian sus conciencias.
Organizaciones
de ayuda humanitaria
En 1961 se fundó el World Food Program, WFP, o Programa Mundial de Alimentos, PMA.
Este organismo es parte del Sistema de las Naciones Unidas y se financia con
donaciones voluntarias. [7]. La visión de este organismo es la de un mundo en
el cual cada hombre, mujer y niño tenga acceso en todo momento a la
alimentación necesaria para llevar una vida activa y saludable.
Uno de sus principales
objetivos es salvar vidas y proveer medios de subsistencia durante emergencias
(inundaciones, terremotos, sequías, guerras o conflictos civiles), pero su
objetivo de más largo plazo es reducir los riesgos y poner a las personas, las
comunidades y los países en condiciones de satisfacer sus propias necesidades
alimentarias y nutricionales.
En algunas partes de Kenia,
el Programa Mundial de Alimentos ha sido pionero en implementar un proyecto
para mejorar los cultivos y la capacidad de comercialización de los
agricultores, alentándolos a formar cooperativas para darles mayor poder de
negociación. El PMA les garantiza comprar parte de su producción para
dársela a las personas que padecen hambre en otros lugares, por lo que el
programa tiene un doble beneficio.
Una de las agricultoras beneficiarias de este
esquema, dice que la mayor diferencia para ella es que a través de la
cooperativa puede obtener créditos, algo que no podía lograr anteriormente. Señala
que ha mejorado su productividad agrícola y que su ingreso se ha
incrementado.
El PMA tiene presencia en 80 países y hace un buen trabajo mejorando la nutrición
de millones de personas, tiene miles de empleados que se arriesgan para cumplir
su misión y usa muchos recursos para promover sus campañas de concientización,
pero algo debería cambiar en el mundo para que no fuera necesario despachar
aviones cargados de comida para solucionar emergencias.
Innovación
Social para atacar el hambre: soberanía alimentaria
Las fórmulas para combatir el hambre han
evolucionado desde la caridad en su sentido más elemental y básico, hasta los
movimientos trasnacionales que, aunque pretenden corregir los errores políticos
y estructurales, terminan prolongándolos
y dándoles oxígeno. Hay ideas
funcionales como los bancos de alimentos, las donaciones de mercados en
las iglesias, el suministro de comidas
en las escuelas, la capacitación a madres para la nutrición y la lactancia, la donación de pizzas que
cuestan un dólar, los recorridos para alimentar a los habitantes de la calle. Algunas
de estas prácticas redundan en que los pobres obtengan la comida del día pero a
la vez, una dependencia cada vez mayor del mecanismo para obtenerla.
En contravía con la idea de la seguridad
alimentaria, surgió La vía campesina, organización
que acuñó la idea de la soberanía alimentaria. Esta organización que nació en
Bélgica en 1993, tiene actualmente su
sede en Yakarta, capital de Indonesia, y
coordina agrupaciones de campesinos, pequeños y medianos productores,
trabajadores agrícolas con y sin tierra, comunidades indígenas, que defienden la idea de una agricultura
familiar sostenible.
La Vía Campesina [8] lanzó el concepto de la soberanía alimentaria en la cumbre mundial sobre la alimentación en 1996. La idea fue creciendo y actualmente es un movimiento popular global
promovido por una gran variedad de sectores sociales tales como pobres de las
grandes ciudades, grupos medioambientales, grupos de consumidores, asociaciones
de mujeres, pescadores, pastores y otros muchos sectores. Además, cuenta con el
reconocimiento de numerosas instituciones y gobiernos, entre ellos la FAO y el Consejo de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas.
En la declaración de Nyeleni, formulada en Mali
en 2007, la soberanía alimentaria se
definió como el derecho de los pueblos a
consumir alimentos nutritivos y culturalmente adecuados cuya producción,
distribución y consumo tengan como base la sostenibilidad ambiental, social y
económica, acceso y gestión de la tierra, el agua, las semillas, el ganado y la
biodiversidad.
La soberanía alimentaria
enfoca el problema del hambre como una oportunidad, tiene un profundo compromiso ético, enfoque innovador, y se arriesga a proponer
cambios que garanticen ingresos dignos para todos los pueblos a la vez que
estimula a los consumidores para que controlen su propia alimentación y
nutrición. No está centrada en la benevolencia y se opone firmemente a los
agronegocios y las multinacionales que están destruyendo los pueblos y la
naturaleza. Es un movimiento autónomo, pluralista y multicultural, sin ninguna
afiliación política, económica o de cualquier otro tipo.
La soberanía alimentaria se
presenta hoy en día como una de las respuestas más potentes a las crisis
alimentaria, de pobreza y climática. Y surgió porque el mundo la necesita.
¿Será posible que su fuerza resista la
presión de las grandes corporaciones y la violencia que genera la avidez por la
tierra?
Bibliografía
[1] El Mundo – edición Julio 22 2014:
http://www.elmundo.es/solidaridad/2014/07/22/53cdda7122601dfc3b8b456c.html
[2] Organización Mundial de la Salud:
[3] Serie de informes sobre el hambre en el
mundo- Panorama general – Programa mundial de alimentos 2006:
[4] DANE
– Pobreza monetaria y multidimensional:
[5] Al menos 5.000 niños mueren de hambre al año
en Colombia
Periódico Portafolio, Diciembre 16 de 2011
[6] El dilema de como Estados Unidos debe
repartir la ayuda alimentaria
[7] Programa mundial de alimentos:
[8] La vía campesina, movimiento campesino
internacional:
[9] 2014,
Martín Caparrós
El HAMBRE- Editorial Planeta
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