martes, 8 de septiembre de 2015

Pintar la innovación

Por Camilo Osorio Sánchez
@camilo_osorio1


Foto: Cortesía Sociedad de Arte y Concepto

Guacarí es una palabra difícil de pronunciar en una primera lectura rápida. No estamos familiarizados con ella, no es fácil entender qué significa, muchos ni siquiera han escuchado esa palabra en su vida.

Y es probable que los que no saben el significado de Guacarí sean mayoría. Mientras empecé a escribir estas líneas el autocorrector de Word me subrayó con rojo la palabra Guacarí, por aparente error ortográfico o palabra inexistente.

Más de 25 mil personas viven en ese pueblo desconocido llamado Guacarí. Está a una hora de Cali si viaja en vehículo y el camino está rodeado de hectáreas de caña de azúcar.

A simple vista es un pueblo como cualquier otro de los 42 que tiene el Valle del Cauca, que pareciera no importarle a mucha gente, excepto a los protagonistas de este texto.

En un extremo del pueblo está la estructura en ruinas de lo que otrora fueron las bodegas del Ferrocarril: unas paredes grisáceas, consumidas en la maleza, ubicado en el llamado Parque del Amor, un título que goza sin fortuna, pues por su abandono más parece ser el Parque del Odio.

Estación del Ferrocarril de Guacarí. Foto: Cortesía Sociedad de Arte y Concepto
Allí se reunían los desconocidos a consumir psicoactivos, y de vez en cuando los conocidos a compartir con sus amigos. Al lado de las bodegas se conserva de pie la Estación del Ferrocarril, una casona vieja de colores pasteles que no se ha dejado vencer del tiempo.

En Palmira, Cerrito y Buga, estas estaciones se conservaron y transformaron en bibliotecas públicas y museos, pero en Guacarí no ocurrió nada de esto.

Hasta que un día, no muy lejano, un grupo de jóvenes le declaró la guerra al olvido pintando sobre las paredes ajadas dibujos y murales de colores vibrantes.

Empezaron en las paredes derrumbadas de las bodegas, luego plasmaron a Jimi Hendrix en la Estación, y de allí se fueron regando hasta las paredes blancas que rodean al estadio municipal, para cambiarle la cara a este pueblo desconocido.

Con brochazos de pintura, la organización Sociedad de Arte y Concepto, llenó de murales las paredes desconocidas, pintando pulpos, mariposas, balones de fútbol y los sueños oníricos de Dalí.

Y la verdad no descubrieron nada nuevo. El muralismo es una antiquísima expresión del arte pictórico, que ejecutó Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, Diego Rivera en México y Hernando Tejada en la estación del ferrocarril de Cali.

Pero en Guacarí nadie lo había hecho y ese es el origen de esta interesante estrategia de innovación social, en el que un grupo de personas está inconforme con este problema y decide intervenir y cambiar el orden de las cosas.

Teníamos la necesidad de enriquecer culturalmente un pueblo "monocromático" desde todos los aspectos sociales, culturales, urbanísticos, políticos, etc”, responde Mauricio Patiño, líder de Sociedad Arte y Concepto.

Relata que años atrás se vinculó al Consejo Municipal de Cultura representando a las Artes Visuales, pero dice que ese “puesto”, fue sólo un requisito legal que se debía ocupar por exigencia del Ministerio de Cultura.

Inquieto por la falta de operación de dicho Consejo, se lanzó este año a desarrollar la intervención, que ya ha logrado vincular a 40 personas de Guacarí.

“Lo que hacemos es invitar a personas con aptitudes en el dibujo, se les da un taller y se les facilitan materiales como pinturas, brochas, pinceles y estructuras para que puedan ejecutar sus ideas”, relata Patiño.

Con dichas invitaciones, la organización ya ha realizado 23 intervenciones artísticas en las paredes de Guacarí, vinculando incluso a dos artistas internacionales: Lenz de Ecuador y Danae de Canadá. También invitaron al pintor de Guacarí Alejandro López, conocido como Fabal, quien ya ha expuso su trabajo en la II Bienal de Muralismo de Cali.

Según la ley, las estructuras que hacen parte del patrimonio material de la Nación, como la estación de Ferrocarril de Guacarí, sólo deben ser intervenidas por expertos. Pero si el artista Fabal no pinta a Hendrix en una pared, nadie recordaría que la estructura tiene el ostentoso valor de patrimonio.
Trabajo del artista Fabal. Foto: Cortesía Sociedad de Arte y Concepto

Intervenir con arte para cambiar la percepción de un lugar es un resultado superficial de esta tarea de innovación social. Pero resignificar un espacio para modificar las dinámicas de interacción con el mismo, es sin duda una labor de aplaudir.

Así lo ha corroborado la experiencia de la Bienal de Muralismo de Cali, que ya lleva dos versiones de trabajo y logró en el 2014 convocar a 95 artistas para pintar a la ciudad.

La Bienal, más allá del destacado ejercicio artístico, se propuso reconstruir el tejido social de Cali a través de la reflexión que genera el arte, fomentar el turismo artístico en la ciudad e incentivar la integración social, objetivos que trascienden a la pintura en la pared.

De hecho, todos los murales que fueron pintados durante la primera versión de la Bienal en el 2012 en las paredes del estadio Pascual Guerrero, se conservan aún como un símbolo artístico de la ciudad.

Pero además la Bienal logró ser incluida como uno de los proyectos del Plan de Desarrollo de Cali hasta el 2015 y ser reconocida como el ejercicio de muralismo al aire libre más grande realizado en Colombia.

Días después de conocer el trabajo de muralismo en Guacarí, me apareció en las actualizaciones de Facebook la fotografía de un par de amigos posando al lado de los murales.

Tal cual como el turista que se toma fotos en cada esquina de ese destino que está conociendo, la gente del pueblo se empezó a tomar el retrato del recuerdo con el mural de la pared del estadio por el que pasaba todos los días de su vida y que ahora ya no es blanca, sino llena de color.

Luego un fotógrafo del Municipio compartió imágenes de los murales que pintaron Mauricio Patiño, Paola Valencia, Cristian Toro, Leens Calvache, Maritza Ospina y 40 potenciales artistas más de Guacarí, que ocuparon su tiempo libre en una acción positiva sobre unas paredes en ruinas. Su fotografía era un reconocimiento a una labor artística que antes no existía.

Por eso, Mauricio dice que el objetivo es fortalecer esta experiencia y llevarla a otros municipios del Valle para recuperar la identidad local, hasta convertir el proyecto en una industria cultural que no sólo promueva el arte, sino que también sea rentable.

Y de hecho consolidar ese objetivo es el mayor reto que tienen estos emprendedores sociales para constituir esta  apuesta de innovación social.

Sin embargo, ya saltaron el primer obstáculo al que se enfrenta el innovador: hacer algo por ese asunto que le preocupa y le genera inconformidad, para cambiarlo en favor de los demás.

En años pasados Guacarí ha estado cubierta por la cobija de la mala fama que algunos políticos del pueblo tendieron en la región. Corrupción, homicidios y microtráfico de estupefacientes han acompañado a la palabra Guacarí en varios titulares de prensa.

Hoy por hoy estos artistas quieren contarle al mundo que el rumbo de esta historia está cambiando y que Guacarí ahora es sinónimo de arte público con sus murales de colores, convirtiendo la olvidada Estación del Ferrocarril, en el museo al aire libre más colorido del Valle del Cauca.


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