No
basta con crecer entre un mar lleno de peces de colores, con los mejores amaneceres
y gente de maravillas sonrisas, con una tierra que se nutre del dulce sonido
de las marimbas y sabores exóticos, con la danza de las ballenas jorobadas que
llegan a aparearse en septiembre como si el paraíso se hubiera posado sobre la
tierra. No basta con tener un territorio rico en biodiversidad, gastronomía y
tradiciones, si las condiciones para retar a la oscuridad, la guerra y la pobreza
no son más fuertes.
Buenaventura,
el puerto más grande de Colombia, distrito especial, industrial, portuario,
biodiverso y ecoturístico es uno de los municipios de Colombia sobre el
Pacífico colombiano con una de las tragedias humanitarias más graves y uno de los conflictos armados más intensos y
degradantes en la historia de nuestro país.
La
violencia, la falta de oportunidades y una ubicación geoestratégica hacen de este puerto la tierra de todos: las
guerrillas, los paramilitares, las bandas criminales, la delincuencia local y
los políticos corruptos, los mismos que hace más de 14 años vienen cometido en
el puerto masacres, homicidios, asesinatos selectivos, secuestros, desplazamientos
y reclutamiento forzado.
Pero
no contentos con eso, el cambio de milenio y la transformación de los grupos
armados ilegales debido a la “desmovilización” de los paramilitares, imprimió
en el puerto el terror con las llamadas “casas de pique”, lugares en los que la
sevicia y la tortura se convirtieron en las prácticas de la confrontación que
dan lugar a los desmembramientos humanos.
De
acuerdo con el informe del Centro de Memoria Histórica “Buenaventura, un puerto sin comunidad”, el
conflicto armado del puerto tiene dos momentos fundamentales. El primero es el
periodo comprendido entre el 2000 y el 2004 cuando la guerrilla de las FARC
tenía presencia en el territorio y la
incursión de los paramilitares del Bloque Calima en el año 2000, cuando se
disparan casi todos los indicadores de violencia en el municipio. El otro
momento clave es la dinámica de desmovilización de este bloque en el 2004, específicamente del Frente Pacífico
en Buenaventura, que desatan un repertorio de violencia, que se entiende en el
documento como el entrecruzamiento de modalidades de violencia de los grupos
armados ilegales que se empiezan a gestar con la ejecución de diferentes
repertorios de violencia, entre ellas las terroríficas casas de pique.
Pero en estos territorios de
entornos maravillosos opacados por la mano del hombre y donde la violencia hace estragos, es donde se
gestan las mejores historias de memoria y resistencia, de reparación del
sufrimiento con prácticas de resistencia organizadas a través de actos de
desobediencia civil como las prácticas artísticas y deportivas que marcan la
diferencia y que pueden convertirse en ejemplos de innovación social.
Entrenando en una cancha de un
estadio de fútbol abandonado y lleno de
piedras, vidrios y tierra, y recurriendo a la donación de algunos artículos
como guayos, balones, entre otros, nace
el equipo de rugby Relámpagos de Buenaventura, un proyecto que busca utilizar
este deporte como un instrumento de cohesión e inclusión social para los
jóvenes, de la misma forma que ha sido
utilizado en diferentes culturas del mundo.
Y es que el amor por la ovalada,
forma del balón con el que se práctica este deporte, va más allá de un simple
juego. Caracterizado por la particular forma de su pelota y sus arcos en forma
de H, el rugby es un deporte en equipo de contacto físico practicado por todo
tipo de personas: flacas, gordas, grandes y pequeñas, sin distinción de raza,
edad o etnia.
Aunque se considera un deporte rudo
más no violento, el rugby se practica en más de 100 países del mundo y ha
jugado un papel fundamental en diferentes sociedades por promover valores como
el trabajo en equipo y el respeto, pero también por tener como principios
básicos el autocontrol de la energía agresiva, un componente pedagógico por poseer una profunda compresión
del juego, una perspectiva social al entenderse como un juego de conjunto que
necesita de los demás y otro componente afectivo por lograr sentir amor por el
equipo y el placer por la lucha y la acción.
Pero utilizar el rugby como un
elemento de incidencia social no es nuevo. Mandela utilizó este deporte en 1995
para cohesionar a Sudáfrica produciendo lo que no se podía lograr por otro
camino: el final de Apartheid, uniendo a blancos y negros a través de dos
equipos que combatieron en una cancha el 27 de junio de ese año una feroz
guerra durante 80 minutos.
La final de la Copa del Mundo protagonizada por los
equipos de Sudáfrica y Nueva Zelanda, logró que blancos, negros, mestizos e
indios, celebraran juntos, dejando de lado los miedos y odios por colores de
piel, mostrando que Sudáfrica podía ser una nación de cualquier color. Fue así
como la victoria de Sudáfrica mostró la
transformación de las fuerzas sociales, un hito simbólico que demuestra que el
rugby y el deporte pueden generar resultados increíbles en las sociedades.
Veinte años después seguimos
utilizando este deporte como un componente social, transformador e innovador.
Presos
y niños
Con tan solo 24 años, Mario Ángulo,
un bonaverense karateca y hoy entrenador
de rugby por coincidencia, es el responsable de las 20 mujeres que hacen parte
del equipo femenino de rugby Relámpagos, de otros 20 niños que entrenan la
categoría de menores del masculino y
otros 10 que lideran la categoría mayores. Todos oscilan entre los 15 y 24
años.
Estos 50 niños y jóvenes hacen parte
del Programa de Diplomacia deportiva del Ministerio de Relaciones Exteriores,
que tiene como objetivo la prevención del reclutamiento forzado de menores por
parte de grupos armados ilegales y promover el deporte como un medio efectivo
para la inclusión social, la convivencia pacífica y el diálogo intercultural.
“Iniciamos
entrenos en un estadio de fútbol que estaba completamente abandonado y que se
ha intentado recuperar desde que el rugby llegó a Buenaventura y que no solo se
ha impulsado a través de este programa sino desde los mismo chicos. Sin embargo
todavía hay barro, vidrios, entre otras cosas que nos pueden hacer daño. Pero
igual el corazón y la alegría ha podido más y
hemos impulsado este proyecto que busca que chicos de zonas rojas como
Buenaventura y Apartadó, que tienen
altos niveles de violencia, logren tener nuevas oportunidades de salir adelante
por medio del deporte, evitando así diferentes problemáticas sociales como el
consumo de estupefacientes, el reclutamiento forzado y la delincuencia”, afirma
Mario mientras me muestra sus dientes blancos a través de su sonrisa y una luz
en sus ojos.
Agrega que este programa de
rugby nace desde la experiencia del
proyecto Alcatraz, una iniciativa creada en el año 2003 en Venezuela que busca
erradicar la delincuencia sin violencia a través de la práctica del rugby como
mecanismo de prevención del delito y el consumo de drogas. El proyecto recluta
jóvenes presos con problemas de conducta, participando en un trabajo intensivo
de formación de valores, asistencia
psicológica , trabajo comunitario y la práctica de rugby, ya que por tratarse de un deporte de alto
contacto, contribuye a canalizar energía
en acciones positivas para su beneficio y el de la comunidad.
Fue así como basados en un proyecto
con los presos de Venezuela, el rugby,
aunque ya es practicado en diferentes ciudades de Colombia,
es traído a Buenaventura para los
niños y jóvenes de los colegios, los cuales han ido sumando a sus primos o
amigos de barrio haciendo de este deporte un
mecanismo de inclusión: “muchos
chicos se sienten desplazados por no tener acceso a estudiar o trabajar, por no
poder utilizar su tiempo libre. Con este deport
no solo evitamos que utilicen el tiempo para otras prácticas negativas,
sino que también que enriquecen otros aspectos de su vida que son definitivos a
la hora de sentirse parte de la sociedad”, indicó Angulo.
Pero el programa de Diplomacia
Deportiva y Cultural, busca promover también los valores esenciales del rugby
tan necesarias para las sociedades de hoy en día como la integridad,
solidaridad, pasión, disciplina y respeto, con el objetivo de que los niños
sueñen y sean embajadores de paz en sus municipios y puedan crear nuevos entornos para reducir el
alto índice de reclutamiento, pero también cumplir con otros objetivos
del Ministerio de Relaciones Exteriores como incrementar el número de
practicantes de rugby entre los 9 y 15 años, capacitar entrenadores y
profesores locales y estimular el aprendizaje del inglés a través del contacto
con jóvenes de otros países.
De acuerdo con cifras del Ministerio
de Relaciones Exteriores, hasta el momento se ha realizado 17
intercambios en la disciplina de rugby con 223 niños y niñas y 51 entrenadores
de Buenaventura, Tierralta, Apartadó, Chaparral, Medellín, Montería y Cúcuta,
que han viajado a Argentina, Francia Australia, Venezuela, Nueva Zelanda,
Inglaterra, Brasil e Irlanda.
Mario, se muestra sonriente al
hablar de los viajes e intercambios que “sus chicos”, como él los llama, han podido hacer a países como Venezuela y
Argentina. No obstante, comenta que los
implementos deportivos tanto individuales como colectivos, no hacen parte totalmente
del proyecto porque los recursos que la
Cancillería destina son exclusivos para intercambios y capacitación, pero que
los implementos de cada jugador o los deportivos como balones, marcas y entre
otros, muchas veces se deben cubrir de
otra forma:
“En
los intercambios a los niños les dan uniformes, guayos o tenis, pero no todos
pueden asistir a ellos. Por eso nos toca conseguirlos de muchas formas porque
aunque el Inder debería apoyar a los equipos como selección del municipio,
siempre es complicado porque pasa algo con los recursos ¿Qué? No sé. Por eso no
participamos mucho en torneos. A veces los niños que tienen los recursos
compran las cosas por su cuenta pero hay
muchos que no los tienen y para
conseguir guayos, balones o protectores
bucales buscamos donaciones, o
les ayudamos como entrenadores a reunir para comprarlos, o realizamos una rifa”,
resaltó.
Pero a pesar de todo el esfuerzo, el
impacto que el rugby ha generado en los
niños de Buenaventura ha sido notorio. Los niños son hoy puntos visibles en sus
barrios por su desempeño como deportistas que no solo sacan a sus primos y amigos del barrio
para que aprovechen su tiempo en el deporte sino también desde su práctica como
un reflejo en la vida misma: “El rugby cambia la vida. Y aunque cada
cabeza es un mundo, este deporte a diferencia de los otros, genera en los
chicos responsabilidades, fomenta la canalización de la energía a través de la
presión extrema sobre el rival, el respeto hacia los rivales y los árbitros y
la amistad. He tenido chicos con problemas de drogas y en la familia, que han
salido de ello gracias al rugby y que encuentran en él una manera de enfrentar
estas situaciones sin violencia”.
“El
rugby está cambiando la mente de los jóvenes de Buenaventura”, afirma
Mario, agregando que muchos ya quieren
ir a la Universidad porque saben que en
ellas hay equipos de rugby y que muchos jugadores cuentan con el apoyo
económico para poder pagar su carrera a través del deporte.
Asegura además que ha sido más fácil
trabajar con jóvenes que no han entrado al mundo de la delincuencia o la droga:
“En el equipo hay ejemplos de vida. Tengo
un niño que vive en uno de los barrios más peligrosos de Buenaventura que
estuvo en un intercambio el año pasado, que salió en televisión y rompió las
barreras en su barrio convirtiéndose en un punto visible positivo porque las
bandas del barrio empezaron a verlo como
el deportista que se debe dejar quieto, que salió en televisión y que está con
ese deporte raro que pocos entienden. Definitivamente se puede evitar que ellos
entren en el mundo de la violencia o las drogas, pero sacarlos ya es otro
proceso más complicado. Yo he practicado otros deportes y la gran diferencia
que hay con otros deportes es el respeto
y el trabajo en equipo, algo que lo hace único. De esas tengo mil historias acá
en el puerto”.
Quizás, para muchos el deporte es
tan solo un agente a lo largo de la historia de cambio social, de hecho la más
difundida, y aunque algunas veces es tan solo un juego, otras un negocio, es
innegable que cumple un papel clave en las comunidades.
El rugby social como una de las
tantas prácticas deportivas quizás no sea una innovación social para muchos,
sin embargo, en un puerto marcado por la violencia, donde las actividades alternativas para los jóvenes se convierten es espacios de
resistencia y lucha, un deporte que no distingue clase social, pensamiento
político, ni creencias religiosas, puede transforman paradigmas, crear mejores
generaciones y porqué no, una manera de apropiarse de esa tierra maravillosa craando un pedacito
de paz para jóvenes y niños.
BIBLIOGRAFÍA
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El
Rugby como milagro Sudafricano, Revista online Semana.
http://www.semana.com/mundo/articulo/mandela-el-rugby-para-unir-sudafrica/367325-3
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Buenaventura, 14 años de violencia.
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Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, facultad de Ciencia Política. Bogotá
D.C., 2011.
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