jueves, 22 de septiembre de 2016

Relámpagos de Memoria y Resistencia

Escrito por Andrea Mesías

No basta con crecer entre un mar lleno de peces de colores, con los mejores amaneceres y  gente de maravillas sonrisas,  con una tierra que se nutre del dulce sonido de las marimbas y sabores exóticos, con la danza de las ballenas jorobadas que llegan a aparearse en septiembre como si el paraíso se hubiera posado sobre la tierra. No basta con tener un territorio rico en biodiversidad, gastronomía y tradiciones, si las condiciones para retar a la oscuridad, la guerra y la pobreza no son más fuertes.

Buenaventura, el puerto más grande de Colombia, distrito especial, industrial, portuario, biodiverso y ecoturístico es uno de los municipios de Colombia sobre el Pacífico colombiano con una de las tragedias humanitarias más graves y  uno de los conflictos armados más intensos y degradantes en la historia de nuestro país.

La violencia, la falta de oportunidades y una ubicación geoestratégica  hacen de este puerto la tierra de todos: las guerrillas, los paramilitares, las bandas criminales, la delincuencia local y los políticos corruptos, los mismos que hace más de 14 años vienen cometido en el puerto masacres, homicidios, asesinatos selectivos, secuestros, desplazamientos y reclutamiento forzado.

Pero no contentos con eso, el cambio de milenio y la transformación de los grupos armados ilegales debido a la “desmovilización” de los paramilitares, imprimió en el puerto el terror con las llamadas “casas de pique”, lugares en los que la sevicia y la tortura se convirtieron en las prácticas de la confrontación que dan lugar a los desmembramientos humanos.

De acuerdo con el informe del Centro de Memoria Histórica  “Buenaventura, un puerto sin comunidad”, el conflicto armado del puerto tiene dos momentos fundamentales. El primero es el periodo comprendido entre el 2000 y el 2004 cuando la guerrilla de las FARC tenía presencia en el territorio y  la incursión de los paramilitares del Bloque Calima en el año 2000, cuando se disparan casi todos los indicadores de violencia en el municipio. El otro momento clave es la dinámica de desmovilización de este bloque en el 2004, específicamente del Frente Pacífico en Buenaventura, que desatan un repertorio de violencia, que se entiende en el documento como el entrecruzamiento de modalidades de violencia de los grupos armados ilegales que se empiezan a gestar con la ejecución de diferentes repertorios de violencia, entre ellas las terroríficas casas de pique.

Pero en estos territorios de entornos maravillosos opacados por la mano del hombre y  donde la violencia hace estragos, es donde se gestan las mejores historias de memoria y resistencia, de reparación del sufrimiento con prácticas de resistencia organizadas a través de actos de desobediencia civil como las prácticas artísticas y deportivas que marcan la diferencia y que pueden convertirse en ejemplos de innovación social.

Entrenando en una cancha de un estadio de fútbol abandonado y  lleno de piedras, vidrios y tierra, y recurriendo a la donación de algunos artículos como guayos, balones, entre otros,  nace el equipo de rugby Relámpagos de Buenaventura, un proyecto que busca utilizar este deporte como un instrumento de cohesión e inclusión social para los jóvenes,  de la misma forma que ha sido utilizado en diferentes culturas del mundo.

Y es que el amor por la ovalada, forma del balón con el que se práctica este deporte, va más allá de un simple juego. Caracterizado por la particular forma de su pelota y sus arcos en forma de H, el rugby es un deporte en equipo de contacto físico practicado por todo tipo de personas: flacas, gordas, grandes y pequeñas, sin distinción de raza, edad o etnia.

Aunque se considera un deporte rudo más no violento, el rugby se practica en más de 100 países del mundo y ha jugado un papel fundamental en diferentes sociedades por promover valores como el trabajo en equipo y el respeto, pero también por tener como principios básicos el autocontrol de la energía agresiva, un componente  pedagógico por poseer una profunda compresión del juego, una perspectiva social al entenderse como un juego de conjunto que necesita de los demás y otro componente afectivo por lograr sentir amor por el equipo y el placer por la lucha y la acción.  

Pero utilizar el rugby como un elemento de incidencia social no es nuevo. Mandela utilizó este deporte en 1995 para cohesionar a Sudáfrica produciendo lo que no se podía lograr por otro camino: el final de Apartheid, uniendo a blancos y negros a través de dos equipos que combatieron en una cancha el 27 de junio de ese año una feroz guerra durante 80 minutos.  

La final  de la Copa del Mundo protagonizada por los equipos de Sudáfrica y Nueva Zelanda, logró que blancos, negros, mestizos e indios, celebraran juntos, dejando de lado los miedos y odios por colores de piel, mostrando que Sudáfrica podía ser una nación de cualquier color. Fue así como la victoria  de Sudáfrica mostró la transformación de las fuerzas sociales, un hito simbólico que demuestra que el rugby y el deporte pueden generar resultados increíbles en las sociedades.

Veinte años después seguimos utilizando este deporte como un componente social, transformador e innovador.

Presos y niños

Con tan solo 24 años, Mario Ángulo, un bonaverense  karateca y hoy entrenador de rugby por coincidencia, es el responsable de las 20 mujeres que hacen parte del equipo femenino  de rugby Relámpagos,  de otros 20 niños que entrenan la categoría  de menores del masculino y otros 10 que lideran la categoría mayores. Todos oscilan entre los 15 y 24 años.

Estos 50 niños y jóvenes hacen parte del Programa de Diplomacia deportiva del Ministerio de Relaciones Exteriores, que tiene como objetivo la prevención del reclutamiento forzado de menores por parte de grupos armados ilegales y promover el deporte como un medio efectivo para la inclusión social, la convivencia pacífica y el diálogo intercultural.

Iniciamos entrenos en un estadio de fútbol que estaba completamente abandonado y que se ha intentado recuperar desde que el rugby llegó a Buenaventura y que no solo se ha impulsado a través de este programa sino desde los mismo chicos. Sin embargo todavía hay barro, vidrios, entre otras cosas que nos pueden hacer daño. Pero igual el corazón y la alegría ha podido más y   hemos impulsado este proyecto que busca que chicos de zonas rojas como Buenaventura y Apartadó,  que tienen altos niveles de violencia, logren tener nuevas oportunidades de salir adelante por medio del deporte, evitando así diferentes problemáticas sociales como el consumo de estupefacientes, el reclutamiento forzado y la delincuencia”, afirma Mario mientras me muestra sus dientes blancos a través de su sonrisa y una luz en sus ojos.

Agrega que este programa de rugby  nace desde la experiencia del proyecto Alcatraz, una iniciativa creada en el año 2003 en Venezuela que busca erradicar la delincuencia sin violencia a través de la práctica del rugby como mecanismo de prevención del delito y el consumo de drogas. El proyecto recluta jóvenes presos con problemas de conducta, participando en un trabajo intensivo de formación de valores, asistencia  psicológica , trabajo comunitario y la práctica de rugby,  ya que por tratarse de un deporte de alto contacto,  contribuye a canalizar energía en acciones positivas para su beneficio y el de la comunidad.

Fue así como basados en un proyecto con los presos de Venezuela,  el rugby, aunque ya es practicado en diferentes ciudades de  Colombia,  es traído a Buenaventura para  los niños y jóvenes de los colegios, los cuales han ido sumando a sus primos o amigos de barrio haciendo de este deporte un  mecanismo de inclusión: “muchos chicos se sienten desplazados por no tener acceso a estudiar o trabajar, por no poder utilizar su tiempo libre. Con este deport  no solo evitamos que utilicen el tiempo para otras prácticas negativas, sino que también que enriquecen otros aspectos de su vida que son definitivos a la hora de sentirse parte de la sociedad”, indicó Angulo.

Pero el programa de Diplomacia Deportiva y Cultural, busca promover también los valores esenciales del rugby tan necesarias para las sociedades de hoy en día como la integridad, solidaridad, pasión, disciplina y respeto, con el objetivo de que los niños sueñen y sean embajadores de paz en sus municipios y puedan crear  nuevos entornos para  reducir el  alto índice de reclutamiento, pero también cumplir con otros objetivos del Ministerio de Relaciones Exteriores como incrementar el número de practicantes de rugby entre los 9 y 15 años, capacitar entrenadores y profesores locales y estimular el aprendizaje del inglés a través del contacto con jóvenes de otros países.

De acuerdo con cifras del Ministerio de Relaciones Exteriores, hasta el momento se ha realizado 17 intercambios en la disciplina de rugby con 223 niños y niñas y 51 entrenadores de Buenaventura, Tierralta, Apartadó, Chaparral, Medellín, Montería y Cúcuta, que han viajado a Argentina, Francia Australia, Venezuela, Nueva Zelanda, Inglaterra, Brasil e Irlanda. 

Mario, se muestra sonriente al hablar de los viajes e intercambios que “sus chicos”, como él los llama,  han podido hacer a países como Venezuela y Argentina.  No obstante, comenta que los implementos deportivos tanto individuales como colectivos, no hacen parte totalmente del proyecto porque  los recursos que la Cancillería destina son exclusivos para intercambios y capacitación, pero que los implementos de cada jugador o los deportivos como balones, marcas y entre otros,  muchas veces se deben cubrir de otra forma:

En los intercambios a los niños les dan uniformes, guayos o tenis, pero no todos pueden asistir a ellos. Por eso nos toca conseguirlos de muchas formas porque aunque el Inder debería apoyar a los equipos como selección del municipio, siempre es complicado porque pasa algo con los recursos ¿Qué? No sé. Por eso no participamos mucho en torneos. A veces los niños que tienen los recursos compran las cosas por su cuenta pero  hay muchos que no los tienen y  para conseguir guayos, balones  o  protectores  bucales  buscamos donaciones, o les ayudamos como entrenadores a reunir para comprarlos, o realizamos una rifa”, resaltó.

Pero a pesar de todo el esfuerzo, el impacto que el rugby  ha generado en los niños de Buenaventura ha sido notorio. Los niños son hoy puntos visibles en sus barrios por su desempeño como deportistas que  no solo sacan a sus primos y amigos del barrio para que aprovechen su tiempo en el deporte sino también desde su práctica como un reflejo  en la vida misma: “El rugby cambia la vida. Y aunque cada cabeza es un mundo, este deporte a diferencia de los otros, genera en los chicos responsabilidades, fomenta la canalización de la energía a través de la presión extrema sobre el rival, el respeto hacia los rivales y los árbitros y la amistad. He tenido chicos con problemas de drogas y en la familia, que han salido de ello gracias al rugby y que encuentran en él una manera de enfrentar estas situaciones sin violencia”.

El rugby está cambiando la mente de los jóvenes de Buenaventura”, afirma Mario, agregando  que muchos ya quieren ir a la Universidad  porque saben que en ellas hay equipos de rugby y que muchos jugadores cuentan con el apoyo económico para poder pagar su carrera a través del deporte.  

Asegura además que ha sido más fácil trabajar con jóvenes que no han entrado al mundo de la delincuencia o la droga: “En el equipo hay ejemplos de vida. Tengo un niño que vive en uno de los barrios más peligrosos de Buenaventura que estuvo en un intercambio el año pasado, que salió en televisión y rompió las barreras en su barrio convirtiéndose en un punto visible positivo porque las bandas del barrio empezaron a  verlo como el deportista que se debe dejar quieto, que salió en televisión y que está con ese deporte raro que pocos entienden. Definitivamente se puede evitar que ellos entren en el mundo de la violencia o las drogas, pero sacarlos ya es otro proceso más complicado. Yo he practicado otros deportes y la gran diferencia que hay con otros deportes  es el respeto y el trabajo en equipo, algo que lo hace único. De esas tengo mil historias acá en el puerto”.

Quizás, para muchos el deporte es tan solo un agente a lo largo de la historia de cambio social, de hecho la más difundida, y aunque algunas veces es tan solo un juego, otras un negocio, es innegable que cumple un papel clave en las comunidades.

El rugby social como una de las tantas prácticas deportivas quizás no sea una innovación social para muchos, sin embargo, en un puerto marcado por la violencia, donde las   actividades alternativas  para los jóvenes se convierten es espacios de resistencia y lucha, un deporte que no distingue clase social, pensamiento político, ni creencias religiosas, puede transforman paradigmas, crear mejores generaciones y porqué no, una manera de apropiarse  de esa tierra maravillosa craando un pedacito de paz para jóvenes y  niños.




BIBLIOGRAFÍA

-          El Rugby como milagro Sudafricano, Revista online Semana. http://www.semana.com/mundo/articulo/mandela-el-rugby-para-unir-sudafrica/367325-3

-          Diplomacia Deportiva Ministerio de Relaciones Exteriores. http://www.cancilleria.gov.co/newsroom/news/diplomacia-deportiva-del-ministerio-relaciones-exteriores-rugby-buenaventura-y

-          Millán Echeverría Constanza. Buenaventura: un puerto sin comunidad.  Bogotá: Centro Nacional de Memoria Histórica, 2015.  http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/informes2015/buenaventuraPuebloSinComunidad/buenaventura-un-pueblo-sin-comunidad.pdf

-          Buenaventura, 14 años de violencia. Periódico El Espectador. http://www.elespectador.com/noticias/nacional/buenaventura-14-anos-de-violencia-articulo-564875

-          Miranda Morales Andrea Carolina. La incidencia del rugby en la consolidación de la Sudáfrica Post- Apartheid. Universidad Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, facultad de Ciencia Política. Bogotá D.C., 2011.


El festival internacional de percusión Tamborimba: un proyecto de emprendimiento social

Escrito por Lina Montoya


Del 20 al 25 de Junio de este año se llevará a cabo la novena versión del Festival Internacional de Percusión Tamborimba, organizado por los integrantes del ensamble y fundación Tamborimba, quienes están formalmente constituidos desde el año 2002. Desde la perspectiva de la ciudadanía caleña en general, este festival podría ser sólo un evento cultural más que se desarrolla en la ciudad, sin embargo, en calidad de espectadora y al mismo tiempo de colaboradora en la ejecución y evaluación del festival, he decidido analizar de manera más profunda este evento, teniendo como eje central, el emprendimiento social como fenómeno.
Entre los diferentes proyectos de Tamborimba, elegí repensar especialmente este porque en comparación con otros productos y procesos, como, la grabación de los discos, los conciertos didácticos, los proyectos en colegios, entre otros, conozco de cerca el gran esfuerzo que implica la gestión para la preparación, implementación y evaluación del festival, generalmente, 10 meses antes del inicio y 3 meses después de cada versión, y también, porque ha sido el evento desde el que se ha visibilizado a Tamborimba como organización musical.[1]
Para tratar de responder si el Festival Internacional de Percusión Tamborimba es un proyecto de emprendimiento social, es importante resaltar dos aspectos:

a.    Antes de crear el festival, el ensamble Tamborimba tuvo la oportunidad de participar en festivales internacionales en Suiza, Alemania, Argentina y Estados Unidos, lo que les permitió ver, aprender y experimentar de primera mano, los avances en términos musicales, específicamente en la percusión, que se estaban desarrollando a nivel mundial, y se dieron cuenta que en Colombia no existía un espacio de encuentro musical desde la percusión, a pesar de la importancia del elemento rítmico en el país y sus diversas manifestaciones tanto académicas, como populares y tradicionales, lo cual desde una mirada universal, se constituía en una desventaja en términos culturales y académicos. Aquí se empieza a vislumbrar una problemática.

b.    Los cuatro integrantes del ensamble Tamborimba son docentes de percusión de las dos facultades de música que existen en Cali, la de la Universidad del Valle y la del Conservatorio Antonio  María Valencia del Instituto Departamental de Bellas Artes, así mismo, han sido maestros en el Instituto Popular de Cultura y de Fundaciones de orientación musical como Notas de Paz.
Esta labor y vocación se constituye en un elemento fundamental que inspiró y movilizó la creación de un espacio de difusión y promoción de la percusión,  puesto que en el 2006, cuando Tamborimba empezó a planear el primer festival (realizado en el 2007), tenían claro que éste, más allá de ser un evento lleno de conciertos para la ciudad y el país, debía dejar algo más, algo referido al conocimiento y la experiencia musical que potencializara la formación teórica y técnica de los estudiantes de percusión. En este punto se empieza a gestar una solución.

En el emprendimiento social uno de los elementos más importantes es la creación de valor a partir de soluciones que dan respuesta a una problemática social.  “La creación de valor  consiste esencialmente en cambiar para bien las vidas de los individuos, mediante la consecución de objetivos socialmente deseables” (SEKN, 2006)[2], o como lo menciona Palacios (2010) “El valor social que genera el emprendimiento social corresponde a la equidad”[3]. Desde esta perspectiva, debemos preguntarnos, cuál es el valor social que se ha estado creando por medio del festival internacional de percusión Tamborimba? Este interrogante se responderá desde tres perspectivas.


1.        Remoción de barreras económicas para favorecer la participación en espacios culturales. Son muy pocas las ferias y festivales en Cali (incluida la famosa Feria de Cali) y en Colombia que ofertan conciertos y talleres con figuras internacionales (que además de ser músicos, son directores o docentes en prestigiosas universidades y academias del mundo) en los que la entrada sea libre. Generalmente, a los conciertos de músicos de talla internacional sólo pueden asistir quienes tiene la capacidad financiera para comprar las boletas, quedando así excluida un alto porcentaje de los ciudadanos que aunque quisieran participar, no pueden.
Este elemento fue evaluado desde el primer momento por parte de Tamborimba, y decidieron tomar las medidas necesarias para que la mayoría, o preferiblemente, la totalidad de las actividades del festival fueran gratuitas. Es por eso que cada año gestionan con entidades privadas (Proartes, La Alianza Francesa, Comfandi, Cámara de Comercio de Cali, Fundación Hispanoameriacana, entre otros) y públicas (Universidad del Valle, Secretaria de Cultura, el IPC, El Instituto Departamental de Bellas Artes, El Ministerio de Cultura y La secretaria departamental de Cultura) la financiación del evento. Este es un paso fundamental para favorecer la inclusión y la equidad.
Entre las grandes figuras de la percusión que los ciudadanos caleños y de otras regiones del país han podido disfrutar de manera gratuita están: Los ganadores del premio Grammy Alex Acuña (también ex baterista de Elvis Presly), Los Gaiteros de San Jacinto (Grupo de la costa atlántica colombiana) y Antonio Sánchez (Músico de la banda sonora de la película nominada al Oscar “Birdman” y considerado como el mejor baterista del mundo). Además de Robby Ameen (Baterista del grupo los seis del solar del famoso cantautor, Rubén Blades).

Con este componente se busca que el festival pueda llegar al mayor número de personas posible, lo cual se considera un criterio más para reconocer este proyecto como un emprendimiento social, ya que como menciona Curto “El emprendedor social ideal no solo debe preocuparse de diseñar un proyecto/ organización que genere mejoras sociales sobre un determinado sector de la sociedad, sino que debe hacerlo de tal manera que los beneficios lleguen al mayor número de personas posible.”[4].

Para el año 2015 el objetivo  del festival fue “Generar un espacio incluyente y un punto de encuentro para estudiantes, profesionales, artistas y la comunidad, alrededor de la percusión”. Según los informes de las ocho versiones del festival, en promedio, 6321 personas han sido el número de asistentes, entre los conciertos y los talleres. Aunque este número varía de acuerdo a los recursos financieros que se logre gestionar, es evidente la acogida y los altos niveles de participación por parte de la ciudadanía.

2.    Apertura y desarrollo de espacios académicos para los estudiantes y músicos, con los maestros más reconocidos en el mundo y quienes marcan las tendencias en la percusión.

En el festival los talleres se constituyen en espacios invaluables para los músicos y estudiantes de música, ya que tienen la oportunidad de interactuar con destacados percusionistas académicos, populares y de tradición, quienes por medio de actividades prácticas les brindan conocimientos actualizados y resuelven las inquietudes que el público asistente le expone.

Los estudiantes han tenido la oportunidad de conocer e intercambiar experiencias con los autores de los métodos y obras, que son base de su formación como instrumentistas, entre estos están: Frederic Macarez (Timpanista principal de la orquesta de París y profesor del coservatorio regional de París), David Friedman (Vibrafonista y director del departamento de Jazz de la universidad de Berlin), Victor Mendoza (Vibrafonista y Director del departamento de Jazz de Berklee en Valencia España) y Anne-Julie Caron (Marimbista y profesora del conservatorio de percusión de Quebec-Canada). Guardando las debidas proporciones, se puede decir que estos autores son como lo es Freud o Lacan para el psicoanálisis, o como lo es Gabriel García Márquez para quienes estudian el realismo mágico.

Alvord, Brown y Letts (2002) mencionan cómo diferentes innovaciones llevadas a cabo por los emprendedores sociales tienen un impacto favorable en el desarrollo. Para ellos, los emprendedores sociales innovan de tres maneras diferentes: (1) construyendo capacidades locales, (2) diseminando un paquete de innovación para atacar una necesidad específica ampliamente distribuida; y finalmente, (3) construyendo movimientos que generen alianzas para oponerse a abusos de las élites o las instituciones[5] (Alvord et al., 2002).[6]

Desde el planteamiento anterior, se puede decir que el Festival Internacional de Percusión Tamborimba innova especialmente desde la construcción de capacidades locales, dado que, procura que a través de los aprendizajes y experiencias de sus estudiantes y los percusionistas en general, que participan en los talleres, se cualifique el nivel académico y técnico de la percusión en Cali.

Un recién egresado de Univalle como maestro en música (percusión), expresa: “El festival le abre la visión a uno de cómo está el mundo de la percusión actual, por mas videos o imágenes que uno vea de lo que pasa en nuestro medio a nivel mundial, ese contacto directo con lo que está pasando allá afuera, lo aterriza a uno a la realidad de lo que se espera de un músico, lo impulsa a mejorar mucho más ya que se da cuenta uno de modo palpable de lo alto que se puede llegar” (Alvaro Olivera). Esto podría interpretarse como un reflejo del impacto que logra hacer el festival en el ámbito educativo.

Otro testimonio  de los alcances que puede lograr el festival  es el caso de un joven músico recién egresado del conservatorio de Cali, quien después de conocer al maestro Sejourné, docente de percusión del conservatorio de Estrasburgo (Ciudad en la que nace el primer grupo de percusión de la historia), durante un taller de la VII versión del festival, aplicó por un cupo para realizar sus estudios de maestría en este instituto de Francia. El maestro Sejourné, confiando en el proceso que el estudiante realizó con uno de los integrantes de Tamborimba (El maestro Jordán), le brindó la oportunidad de ingresar a éste para continuar sus estudios.

Además de todo lo expuesto, es relevante resaltar que los estudiantes también han tenido la oportunidad de tocar con artistas nacionales e internacionales en algunos conciertos del festival, logrando compartir presentaciones en vivo, lo cual para un músico se constituye en una experiencia muy valiosa y que enriquece su formación, tanto así que se constituyen en experiencias dignas de ser presentadas en sus hojas de vida. Al respecto, un estudiante de Univalle refiere “El festival ha dejado en mi formación muchas experiencias únicas e inigualables como la exigencia de ensamblar obras exigentes con reducido tiempo. Al igual del privilegio de tocar con grandes artistas y aprender de ellos.” (Omar Cárdenas).


3.    Reconocimiento e integración de la  música popular, académica y tradicional

El último valor social compartido o creado, es decir, aquel valor que llega a la sociedad en general y no a manos privadas, tiene que ver con la riqueza musical que proyecta el festival. A partir de la experiencia musical de los integrantes del ensamble Tamborimba, estos identifican que los tres tipos generales de la música (la académica, la tradicional y la popular), deben ser apreciados, evidenciando su naturaleza y aporte al mundo desde la percusión, es por esta razón que el festival proyecta esta intención, invitando artistas académicos, tradicionales y populares, nacionales e internacionales.
Esta apuesta favorece el rompimiento de las barreras y prejuicios que pueden surgir entre los músicos de diferentes géneros, y a la vez promueve la integración a partir de la aceptación y reconocimiento de lo que otros percusionistas aportan y logran a nivel musical. En esta medida se favorece procesos de empatía en medio del intercambio artístico y cultural.
Un segundo elemento que se logra al convocar percusionistas de diferentes tipos de música en un mismo festival, es que moviliza la asistencia de mayor público, dado que apunta a diversos intereses, y en esta medida se incentiva al público a enriquecer su experiencia con la música, desde la escucha de nuevas propuestas entorno a la Percusión.

Finalmente, se puede concluir desde la perspectiva de la creación de valor social, que el Festival internacional de percusión Tamborimba se ha estado consolidando como un emprendimiento social, puesto que aporta directamente a la inclusión artística y cultural, la generación de experiencias y oportunidades educativas en el ámbito musical, así como en el intercambio y reconocimiento desde los diferentes tipos de música; siendo todos estos, elementos de impacto en la construcción de equidad social por medio del establecimiento de alianzas.

Bibliografía
-          Guzmán, A.,& Trujillo, M. (2008). Emprendimiento Social: Revisión de literatura. Colombia. Estudios Gerenciales. Vol 24 N° 109.
-          Palacios. G. (2010). Emprendimiento social: Integrando a los excluidos en ámbito rural. Revista de Ciencias Sociales. Vol XVI, N°4.
-          Curto, M. (2012). Los emprendedores sociales: innovación al servicio del cambio social. España: IESE Busieness School.



[2]  Gúzman y Trujillo. (2008). Pág. 115
[3] Palacios, G. (2010). Pág.581
[4] Curto, M. (2012). Pág. 17
[5] Las otras dos maneras con las que puede innovar un emprendedor social, desde la perspectiva de Alvord, Brown y Letts, podrían ser objeto de análisis en otro momento, ya que a groso modo se logran vislumbrar en el proceso que ha desarrollado la Fundación Tamborimba desde el festival y desde otros proyectos.
[6] Gúzman y Trujillo. (2008). Pág. 

Un viernes cualquiera


Escrito por Adriana Portocarrero

Son las 9 de la mañana y la plaza se llena poco a poco, familias completas se acercan y se sientan en los alrededores con gestos de espera, algunos observan con curiosidad las carpas dispuestas al lado de la iglesia. La chiva, como cada viernes, llega cargada de mercancía y enseres, pero en esta ocasión  también trae habitantes de Albán y alguno que otro visitante de Cartago.

Don José Antonio camina de un lado a otro ultimando detalles, organizando plegables, entregando sillas, asegurándose que todo esté listo. Es la primera feria ambiental y del agua en El Cairo.

Ubicado a 252 kilómetros, casi a cinco horas de Cali, El Cairo está a un paso de la Serranía de Los paraguas, uno de los atractivos turísticos más llamativos de este municipio del norte del Valle.   Además de ser famoso por la muerte de unos de los guerrilleros más nombrados en los años 60, Jacinto Cruz Usma – Sangre negra,  El Cairo y sus corregimientos son famosos por su arquitectura. Parece un pedacito de Colombia atrapado en la época colonial, sus casas espaciosas pintadas de colores alegres: rojos, azules, naranjas verdes y amarillos, le valieron el reconocimiento por parte de la Unesco como Paisaje Cultural Cafetero.

Además, está construido sobre la montaña en forma de cuadricula, esto hace que cada calle tenga de fondo un paisaje exuberante, donde hacen juego perfecto diferentes tonalidades de verdes, y se puede apreciar la cordillera con toda su imponencia. Este municipio, principalmente cafetero que fue fundado por colonias antioqueñas en 1919, se ha visto obligado a cambiar paulatinamente sus cultivos de café por otros productos que le permitan la subsistencias de las casi 9500 personas que habitan en su área urbana, corregimientos y veredas.

Como la mayoría de los municipios de este país, El Cairo ha sufrido los estragos del conflicto y las acciones de los grupos armados. Perdió no sólo habitantes, sino también su tejido social, sostenido por organizaciones de base campesinas. No ha sido ajeno a la propagación de cultivos ilícitos, y al quedar sobre el corredor entre el Valle y el Chocó, ha visto de cerca el accionar de la desaparición forzada y los asesinatos selectivos como producto del narcotráfico. 

Pero en esta mañana de viernes, ninguno de estos temas está en las conversaciones cotidianas de los habitantes de El Cairo, toda la atención está en eso que sucede en la plaza, en las carpas con mapas, juguetes, carteleras, plantas y folletos. En esos niños que pasan de un lado al otro siguiendo las instrucciones de Don José Antonio.

El Cairo está compuesto por cinco corregimientos: La Guarida, San José, Playa Rica, Albán y Bellavista.  Don José Antonio Torres hace parte de la Asociación de Usuarios del Acueducto rural de Albán. Este campesino y líder comunitario recibió en el año 2013 el reconocimiento al Mérito Ambiental Cerro El Torrá, otorgada por la Corporación Serraniagua, que lo destaca como la personalidad cívica que más aportes ha hecho  a la conservación de los recursos hídricos y la biodiversidad.

Y no es para menos. Este hombre de pocas palabras, de sonrisa tímida pero de un enorme espíritu comunitario, ha hecho posible que toda la comunidad de Albán hagan parte de la conservación de las microcuencas, la articulación de acueductos rurales comunitarios, el empoderamiento de grupos campesinos y de usuarios, el mejoramiento de la estación meteorológica de Albán, el trabajo organizativo y la gestión de eventos y recursos para la gestión del recurso hídrico.

Pero la tarea no fue fácil. La Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, obligaba a los todos los acueductos rurales a organizarse y formalizarse para un manejo integral de dichos acueductos. En 1994 la Ley 142 reestructuró la prestación de los servicios públicos domiciliarios en Colombia. Hasta ese momento el Estado era el encargado exclusivo de la prestación de los servicios de aseo, agua potable, electricidad y telefonía, entre otros. En 1991 la Constitución Colombiana les permitió a los particulares y las comunidades organizadas proveer sus propios servicios domiciliarios. Esto generó, sobre todo en las zonas rurales y en las periferias urbanas del país, que sean las mismas comunidades las que se hagan cargo de la prestación de servicio público de agua. Sin embargo, el Estado no reconoce a estas organizaciones como actores claves en la prestación de servicios al verlas como un problema que pone en riesgo el futuro del sector, al no contar con los recursos necesarios para expandirse, mantener inversiones y sostener todo el equipamiento del servicio.

Sin entender mucho de tecnicismos, Don Juan Antonio sí comprendía, por la experiencia que le había dado trabajar la tierra, que algo se debía hacer para cuidar las cuencas de su territorio, pero sobre todo para asegurar el recurso hídrico de sus hijos. Así que con otros líderes, hombres y mujeres, empezó la conformación de la Asociación de Usuarios del Acueducto – Agualbán.

Primero se capacitaron, luego crearon un modelo de costos para que el pago por el recurso fuera justo: cada uno pagaría la cantidad de agua que consumía.  Pero para el resto de los habitantes esto no tenía sentido ¿Por qué pagar por el agua que podían captar del río sin necesidad de un acueducto? ¿Por qué invertir en el cuidado de una cuenca que estaba dada por la naturaleza desde tiempos inmemoriales y que era para todos?

La Asociación emprendió entonces una serie de actividades de sensibilización, visitas casa a casa, reuniones en el salón comunal, conversaciones en el granero, en la plaza, incluso el párroco se convirtió en un vocero del pago periódico por el servicio de agua. Pero fue poco lo que pudieron lograr.  Llevaron a cabo, paso a paso, todo lo que el programa de la superintendencia les exigía para la formalización del acueducto, pero la gente seguía sin pagar, y lo que era peor, su principal fuente hídrica seguía siendo víctima del daño ambiental, de ese que se hace por descuido.

Los dueños de animales seguían descargando las heces a los ríos, se captaba de manera inadecuada el agua de las orillas de las quebradas, se estaban talando las especies de árboles que estaban alrededor de los nacimientos; estaban atentando contra lo más preciado que tenían: sus recursos naturales.

Con un poco de impotencia, pero con el empuje que dan esas cosas que nacen desde el corazón, Don José Antonio junto a sus compañeros de la Asociación, siguieron siendo la voz de ese medio ambiente que estaba siendo cada vez más maltratado. Entre una actividad y otra, recibió una invitación por parte de una docente de la Institución Educativa Nuestra Señora de Las Mercedes para hablarle a los niños sobre cómo funcionaba un acueducto.

Para sorpresa de Don José Antonio, quien terminó aprendiendo fue él, al estar rodeado de niños, niñas y jóvenes que entendían por qué era necesario cuidar los recursos naturales que tenían y ver con qué atención y disposición recibían su charla, supo cómo llegar a todos los habitantes de Albán. Comprendió que los niños eran  indispensables en este tipo de iniciativas para generar conciencia ambiental. Integró a los niños, estudiantes de todas las edades, a las actividades de la Asociación, les enseñó no solamente cómo funcionaba el acueducto sino que era necesario un trabajo en conjunto para conservar ese paisaje que veían a diario.

Estos niños se convirtieron entonces en los embajadores de la Asociación en sus propias casas, les explicaron a sus padres por qué era necesario pagar por el servicio, cómo eso los beneficiaba y porqué esas actividades que habían hecho siempre, generación tras generación, los estaban dejando sin recursos naturales. Pero no sólo fueron embajadores, se convirtieron además en gestores de eventos, de actividades educativas, incluso fueron ellos quienes le dieron nombre a la Asociación y diseñaron su logo.

Promovieron la visita en forma de paseo familiar al nacimiento de la fuente hídrica más importante de Albán para que todos vieran de dónde venía el agua que tomaban. Trabajar con los niños y jóvenes del corregimiento no sólo logró el sostenimiento del acueducto y el cuidado integral del recurso hídrico, sino que también impulsó una forma diferente de impartir educación ambiental. Trajo además otros entendimientos, como la importancia de la  organización comunal, el agua como parte del desarrollo local y el papel clave que tienen las comunidades organizadas en el entendimiento de sus problemáticas sociales y ambientales.

Este reconocimiento se puede leer en el texto: Comunidades organizadas y el servicio público de agua potable en Colombia: una defensa de la tercera opción económica desde la teoría de recursos de uso común, los autores resaltan el impacto y la influencia que tienen los Acueductos rurales en Colombia como gestores de procesos sociales:
                                                                                             
Hoy son más de 12.000 los acueductos comunitarios dispersos por todo el territorio nacional. Las características que tienen estos sistemas son muy disimiles, lo que evidencia una vez más la riqueza con que cuenta la sociedad para hacerle frente a la ausencia y problemas del Estado y del mercado (…) También se constituye en un importante escenario para mostrar el efecto político que tiene en la sociedad, ya que en él se da un nicho de participación, organización y autogestión. Los acueductos comunitarios se han configurado como instancias del trabajo en las que confluyen múltiples actores de la sociedad civil, como organizaciones no gubernamentales ambientalistas; activistas defensores de los derechos económicos, políticos y sociales; familias con necesidades y, en general, un conjunto amplio de trabajo económico-político (Galán, 1998).[1]

El Cairo, un territorio donde el estado hace muy poca presencia, por no decir que ninguna,  con enormes problemas de acceso,  lleva décadas con intentos de carretera que son borrados por los deslizamientos o por la negligencia de las autoridades; sobreviviente de un conflicto que sigue teniendo eco en las memorias y en las cicatrices, es la mejor muestra de que las comunidades impulsan desde su interior procesos para el mejoramiento de sus problemas, son ellas quienes buscan soluciones, quienes trasforman sus realidades. Son las principales protagonistas de esos procesos de innovaciones social, sin conocer los conceptos y términos, sólo estableciendo lazos de empatía y amor por sus territorios y sus vecinos.

El Cairo y Albán son ejemplos palpables de ese proceso de resiliencia, donde las dificultades se convierten en oportunidades, en renacimiento y en transformación.

Esa mañana de viernes, los niños, niñas y jóvenes de la Asociación de Usuarios del Acueducto – Agualbán eran los anfitriones de la primera feria ambiental del municipio. Ellos mismos convocaron a la autoridad ambiental regional, a la Corporación Serraniagua, conformada en el mismo municipio como parte de otra iniciativa ambiental, y a otros actores de diferentes lugares del departamento.  

Son las 11 de la mañana y la plaza está mucho más llena, las familias pasan por cada uno de los stand y los expositores, niños e integrantes de la Asociación en su mayoría, se lanzan a hablar del agua, de sus fuentes hídricas, de la fauna y flora que tienen en sus alrededores, de las actividades que han adelantado con el recurso económico del acueducto. Sobre la calle principal, juegan con dados gigantes, rayuelas y rompecabezas. Algunos niños pintan mientras los más grandes disfrutan de las degustaciones de bocados típicos y otros simplemente observan cómo este pueblo alejado, escondido en la cordillera, se llena de vida un viernes cualquiera.





[1] Moncada, J.  Pérez, C. Valencia, G. Comunidades organizadas y el servicio público de agua potable en Colombia: una defensa de la tercera opción económica desde la teoría de recursos de uso común. Obtenida el 26 de abril de 2016, de http://www.scielo.org.co/pdf/ecos/v17n37/v17n37a6.pdf